domingo, 21 de mayo de 2017

Los Constructores de Puentes

Los Constructores de Puentes
Extraído del libro: 
EL PRIMER RAYO
Por El Maestro El Morya
Enero, 1953

BENDITO CHELA:
En respuesta a tus muchos llamados y al sincero amor de tu corazón, aprovecho esta oportunidad para asegurarte de que aceptaré con gratitud tu llamado para estar entre tus invitados.
Cuando cualquier foco es ofrecido a la Gran Hermandad Blanca, puedes estar seguro de que es utilizado en la mayor medida posible en todas las ocasiones, aunque la conciencia externa del chela pueda no siempre estar consciente de la actividad en la que Nosotros estamos ocupados.
La plena comprensión de la Ley Cósmica en lo que respecta a la conciencia, haría mucho para iluminar a los bendecidos y dejar clara la misericordia que se Nos otorgan cuando se Nos permite crear un Puente entre la conciencia externa de aquellos que eligen ponerse a su servicio y Nuestra octava. El orden natural es que cada ser humano debe elevarse sobre su propia conciencia a la asociación con Nosotros. A veces, una corriente de vida se ofrece a realizar este servicio para otros, y sobre el estrecho alcance de “un solo cordón de plata” fluye la abundancia del Cielo a los muchos recipientes que esperan ansiosamente recibirla.
¿Cuánto podrá durar una dispensación así?, nunca es revelado, ya que la cosecha que se obtenga de las semillas así plantadas, es la medición para la Ley Cósmica impersonal.
Por esta razón, Nosotros nos esforzamos por “enviar” el material más importante en el tiempo que se nos concede, del mismo modo que el Comandante sabio de un Ejército utiliza su “línea vital de transporte” para los artículos de primera necesidad, para mantener a sus hombres sanos y salvos.
Cada ser humano tan bendecido como para recibir la Amistad y el Amor de los Maestros, debe crecer a partir de las semillas plantadas en su propia conciencia y, siempre que es posible, Nosotros aumentamos esa siembra cada vez que vemos una posible cosecha.
Tuyo en servicio. Maestro El Morya

Recopilado y editado por THOMAS PRINTZ




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