Las mentes, corazones y conciencia
s de muchos de la humanidad hablan de la bondad, con reverencia y quizás con un poco de admiración sobre la vida de San Francisco de Assisi.
4 de Octubre día de San Francisco de Assisi |
Debido a que esta conciencia masiva es dirigida hacia las experiencias de Francisco, ésta sacude los registros etéricos y akáshicos dentro de Mi propia conciencia y Me vuelve a traer, otra vez, la dulzura y belleza que tuve el privilegio de sentir al tocar la basta de la Conciencia Crística.
En Assisi, Yo pertenecía a una clase social llamada -por la mente de los sentidos- "nobleza", cuyo título, sin embargo, era superficial y vacío de significado interno. Recuerdo bien, durante esos joviales y despreocupados días de Mi juventud, cómo se activó en Mí, de tiempo en tiempo, un hálito pasajero que contenía aroma y sentimiento en apariencia de otro ámbito, al cual, de alguna manera, sentía que alguna vez había pertenecido. A medida que esta experiencia se intensificaba, la "riqueza" de mi vida diaria perdía interés ante Mis sentidos, y una inquietud se elevó dentro de Mí que Me envió con más frecuencia hacia el campo, donde Mi alma parecía experimentar una paz temporal; y este fuego anhelante dentro de Mí era, por el momento mitigado.
Todavía puedo recordarme acostado sobre la grama al lado de un pequeño pero muy claro arroyo, escuchando el susurro del viento en los árboles sobre Mi cabeza, mientras Mi alma, aún atada al cuerpo, quedaba suspendida al borde de la Eternidad -estirándose, estirándose, estirándose- hacia un indescriptible e inexplicable "ALGO" del que no sabía, pero el cual Mi alma misma buscaba, desconociendo toda restricción de la razón.
Esos meses y años cuando el cuerpo y el alma estaban en desacuerdo, fueron extraños y desasosegados, ya que cuando el cuerpo buscaba sus placeres, el alma estaba angustiada; y cuando el alma podía escapar de las ataduras de la carne, determinada a buscar lo que la razón no podía entender, el cuerpo -cual niño resentido- restringía sus alas maniatadas, y deliberadamente ponía obstáculos ante su búsqueda a tientas de alcanzar las Alturas. No había paz dentro de Mí, y según Mi familia y amigos, no había paz a Mi alrededor ni en Mi compañía, ya que estaba dividido ente la lealtad hacia ambos, que parecían determinados de por sí a asegurar supremacía sobre Mis entradas y salidas.
Este día del que les hablo, cuando el cielo era azul y el viento no era agresivo sino que se movía graciosamente a través de los árboles como de recreo, el alma dentro de Mí (la cual siempre recibía mayores ímpetus en la Catedral de la Naturaleza), estaba en ascenso y Mi ser externo, como un bondadoso barón, desdeñosamente permitía unas pocas horas de liberación. Súbitamente, durante su vacilante y titubeante vuelo, indagando, esforzándose, vino una gran Luz y dentro de esa Luz estaba el Perfume -la plenitud de todo lo que Mi alma había buscado-.
Dentro de ésta, también, se paró un Hermoso Ser, cuya silueta se hacía más clara a medida que el estremecimiento de Mi corazón se aquietó, y vi entonces la más bella Faz que Dios haya creado. Luego de alguna manera interioricé que en esa Majestuosa Presencia Me veía a Mí mismo según estaba destinado a ser y las palabras dichas tantas centurias antes, pasaron por mi memoria, "Este es Mi Hijo Amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17) y también caí en la cuenta de que esta brillante visión que se destacó ante Mis ojos, era el ejemplo del Padre en el que todo hombre habrá de convertirse.
El Gran Maestro Jesús (ya que era Él) no habló, pero sin embargo el Amor vertido desde Su Presencia Me llenó con un coraje, una fortaleza y un sentimiento de que, la masa sin forma que hasta ahora Yo expresaba, se podía moldear tal Ser como Él. Sentí la Presencia del Padre, y supe que en Jesús, el Padre, nos había dado una Gloriosa Manifestación de Sí Mismo, con la esperanza de que nos traería remembranza de la Gloria que tuvimos con Él en el Principio.
La visión se desvaneció y sentí que nunca más estaría solo, pero que Yo tenía un propósito y una memoria que se convirtió en el impulso de Mi Vida. Ya no hubo allí ninguna pregunta sino que todo Mi ser debía ahora inclinarse para convertirme en ese Hijo.
Supe que no solamente el Padre, sin´que también Jesús llenaron Mi Espíritu de allí en adelante, y todos los milagros que se le han acreditado a "Francisco" no son más que la bendición de la Santa Trinidad la cual, a través de Mí, se esforzaba en atraer la atención de la humanidad, otra vez, al ejemplo del Hijo Amado en quien el Padre tiene complacencia.
Quizás esta pequeña charla familiar pueda darles, amigos Míos, un poco de coraje o confort, y quizás, en un mayor sentido, pueda darles un "propósito".
¡Pueda Yo ofrecerles, una vez más, la bendición que ha sido asociada con Mi Nombre!
Que Dios los Bendiga y los mantenga.
Que les muestre Su Rostro y tenga Misericordia de ustedes.
Que vuelva Su Faz hacia ustedes y les dé Paz.
Que Dios los Bendiga. Amen.
Extraído de el libro: "Edad Dorada" Enseñanza del Maestro Koot Hoomi.
El Puente a la Libertad.
Serapis Bey Editores S.A. Panamá
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