jueves, 17 de abril de 2014

Niñez de María


NIÑEZ DE MARÍA

Entonces fuimos llevados a nuestros templos y permanecimos en esa morada hasta el momento cósmico en que las estrellas señalaron que estaba cerca nuestro nacimiento físico, que seríamos llamados a la pantalla de la vida, que nuestro lugar en el gran drama estaba listo para ocuparse y que avanzaríamos.
Recuerdo que pensaba profundamente en la figura de Helios y en la Presencia Electrónica de Jesús. Fue el último pensamiento que tuve, mientras los Ángeles de la encarnación envolvieron Mi espíritu y Me deslicé por el abismo negro despertándome en los brazos de mi madre.
Desde el momento en que entré al templo de Jerusalén donde fui preparada para el gran privilegio de proteger la corriente de vida de Jesús que estaba por llegar, Mi conciencia fue despertada a la totalidad de Su misión, y me preparé para el sacrificio y la disciplina que me sería requerida durante esos años. Recuerdo bien la venida del Amado Gabriel. Recuerdo bien la llegada de Mi Amado Jesús, el largo viaje a Egipto, y todos aquellos años cuando diariamente lo llevaba al templo, cuando todavía no tenía cinco años y lo puse en las manos del sacerdote y vi a mi pequeño entrar en esas grandes cámaras abovedadas con toda la dignidad de la madurez.
Recuerdo aquellos primeros años, tenía escasamente tres años de edad, cuando Ana y Joaquín me llevaron al templo. Recuerdo que miraba la gran altura de aquellos pilares. Recuerdo el sentimiento de "soledad", mientras veía a mis padres bajando los escalones y salir por las puertas, y Me vi como una pequeña alma en un gran mundo.
Les cuento estas cosas porque las he visto como ustedes. He rezado. He conocido las bofetadas de los pensamientos y sentimientos humanos. He conocido las dudas y los desaciertos que salen espontáneamente del alma. Me he cuestionado a mi misma, en aquellos años en el templo, si esa extraña visión detrás de Mi mente era Mi imaginación o si era una realidad. Recuerdo, que fui educada por rabinos y mujeres estrictamente ortodoxos que no hacían ningún caso de las visiones y fantasías de las niñas, ya que estaban comprometidos en preparar a las mujeres para ser las madres de la raza. Aprendí, en aquellos años, a seguir Mi propio consejo. Cuando vi los rostros de los Ángeles y oí sus dulces voces aprendí a meditarlos en Mi Corazón.

Extraído del libro: "Rosas Blancas de la Madre María"
Por: La Madre María, Madre de Jesús.


QUE LA LUZ TE ENVUELVA

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